“Ser cosmopolita no significa ser indiferente a un país y ser sensible a otro. Significa la generosa ambición de ser sensibles a todos los países y todas la épocas. El deseo de eternidad, el deseo de ser muchos”

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Temblad malditos!


Como si una maldición hubiera sacudido a la isla. Así, se encuentra la pequeña de las Canarias. Temblando y a la espera.
El Hierro busca en el mar las respuestas que la tierra no le da. Tras más de once mil temblores, sus aguas han adquirido un tono fantasmagórico, azul, verde, marrón..ya ni se sabe, su población se ha adueñado de una paciencia inaudita y su principal sustento, las viejas, meros, cherne o atún, se han extinguido.
Aunque ya reina la calma en este feudo de la expectación, los herreros siguen sumando incógnitas a la agitada vida de estos meses. Sus largas charlas sentados frente al mar, ahora, solo tienen un hilo conductor: "necesitamos ayuda".
Amparo ante el cierre de los bares donde se hace el mejor arroz de pescado del mundo, protección ante las redes vacías de los que viven del oficio más antiguo de la isla, colaboración para que por fin, en El Hierro vuelva a dominar la paz y el silencio que le hace especial.
La isla chica, el fin del mundo conocido, el meridiano 0. La más occidental, la más joven y la menos conocida de Las Canarias. El Hierro, Reserva de la Biosfera, está atravesada por montañas, malpaíses y acantilados. Sus pequeñas calas y piscinas naturales mantienen todavía una imagen vírgen, su laurisilva y las sabinas azotadas por el viento, no quieren desaparecer. Sus gentes amables, siempre de buen humor, bailan al ritmo de El Tamaduste, y recuerdan con nostalgia un tiempo en el que emigrar era su única salvación.
Los lagartos más grandes del mundo, el hotel más pequeño, el túnel más largo...la historia de El Hierro está llena de record, quizás el de los temblores, solo sea uno más.



miércoles, 9 de noviembre de 2011

Las Palmas de Tenerife



No hace falta mirar hacía el Este para divisar a lo lejos y si las nubes que trae el alisio lo permiten, a Las Palmas. A 35 kilómetros del casco urbano de la capital tinerfeña, con vistas privilegiadas a los Roques de Anaga y entre barrancos abruptos y laderas empinadas, se localiza la finca de Las Palmas, un caserío deshabitado con más de tres siglos de antigüedad que será nombrado Bien de Interés Cultural.
Ejemplo de la arquitectura rural de las Islas, la Hacienda de Las Palmas se encuentra a la espera de la aprobación de un expediente que desde marzo está en manos del Gobierno de Canarias, para lucir su distinción e incorporarse al Registro de Bienes de la Isla en la categoría de Monumentos.
En medio de un enclave natural único de costa acantilada y valle de tabaibas y pencas, la edificación de la hacienda mezcla formas culturales que se introdujeron durante la Conquista en el archipiélago y que dieron como resultado "el modo canario de construir".
Losetas de barro, artesonados tradicionales, toba roja, puertas de tea y decorados florales y geométricos característicos del barroco. La lista de bienes con valor histórico, arquitectónico o artístico que se conservan en la edificación del macizo de Anaga es larga. 
Las Palmas refleja la vida de otro siglo. Cuando los canarios se dedicaban a cultivar con ventura cañas de azúcar, cereales y vid. La construcción está conformada por un centro de explotación agrícola, una vivienda temporal para el propietario y una ermita para satisfacer los servicios religiosos de los pocos y dispersos vecinos de entonces.
Sin embargo, la edificación está bastante bien conservada. Con once dependencias, la casa principal atesora, tres siglos después, dos hornos, una chimenea y una bodega. En sus alrededores, seis casas de labranza que hospedaban a los trabajadores, se mantienen en un estado aceptable y muestran, con la dignidad que da el paso de los años, muchos rasgos característicos de la arquitectura canaria tradicional.
Entre las verdes tierras que rodean al caserío se pueden encontrar estanques, lagares y retablos, e incluso grabados rupestres en las rocas. Por ello, la delimitación del ámbito de protección de la hacienda se extiende a una cota más amplia, donde se localizan estas construcciones agrícolas alejadas del caserío pero con fuerte vinculación al inmueble principal.
La década de los 70 del siglo XVII, fue el momento de mayor prosperidad de las haciendas del macizo de Anaga. En 1610, Gonzalo Fernández de Ocampo adquirió la finca de Las Palmas a la familia de Armas. Se trata de la primera referencia histórica que se tiene de la edificación.
Poco después, en 1684 se llevó a cabo la construcción de la Ermita de San Gonzalo de Amarante con idénticos materiales que los utilizado años atrás para la cimentación de la casa. Con una única portada, la capilla guarda en su interior una imagen de madera y estilo barroco que a través de uno de los laterales se expone a los visitantes que se acercan allí.
La designación de BIC para Las Palmas de Anaga supondrá la protección tanto de sus bienes como de su entorno, así como la suspensión de las licencias municipales para intervenir en la zona. Con esta decisión se garantizará además la supresión de impactos negativos en la finca que puedan afectar a su construcción o simplemente a su grado de conservación.
Desde que José Cristóbal González Beas propusiera al Cabildo de Tenerife la declaración de Bien de Interés Cultural a favor de la hacienda, han pasado dos años. La solicitud fue ratificada por el Servicio Insular de Cultura y Patrimonio Histórico y el expediente pasó entonces al Gobierno de Canarias, quien en este momento tramita la propuesta para su definitiva aprobación. 
Así Santa Cruz contará con un nuevo patrimonio histórico que, aunque es finca y hacienda de Las Palmas, se encuentra ubicada en pleno macizo de Anaga.